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miércoles, 8 de abril de 2009

Conversación entre amigas

Hoy quiero rescatar esta entrada que estaba en mi antiguo blog, porque es un texto muy emocionante. Especialmente dedicado a tres amigas mías que están en espera y que aún no son mamás. Ellas saben quien son ;-)


Nos juntamos para almorzar cuando mi amiga me comenta que ella y su pareja
están pensando en tener familia.

Estamos haciendo una encuesta, - me dice medio en broma. - ¿Crees que
deberíamos tener un bebé?

Te cambiará la vida, - le contesto intentando que mi voz suene neutral.
Sí, ya sé, - me dice, - ya no podremos dormir hasta tarde los fines de
semana, ya no tendremos vacaciones espontáneas...

Pero eso no era lo que yo pensaba. Miro a mi amiga intentando decidir qué
decirle. Quiero que ella sepa todo lo que no aprenderá en los cursos de
preparto, quiero que sepa que las marcas físicas que dejará el embarazo
sanarán, pero que convertirse en madre le dejará una marca emocional tan
profunda que la hará vulnerable para el resto de su vida.

Pienso en advertirle que nunca más leerá un periódico sin pensar "podría
haber sido MI hijo". Que cada vez que se entere de la caída de un avión, de
un incendio se sentirá perseguida. Que cuando vea fotos de niños
hambrientos, se preguntará si puede haber algo peor que ver a un hijo morir.

Miro sus uñas perfectamente arregladas y su ropa impecable y
pienso que sin importar lo sofisticada que sea, convertirse en madre la
reducirá al nivel tan primitivo de una osa protegiendo a su cría. Que una
llamada urgente: ¡Mamá!, la hará dejar caer un souffle o su mejor
cristalería sin pensarlo dos veces.

Siento que debería prevenirla que ya no importarán los años que haya
invertido en su carrera, que su profesión pasará a segundo plano por la
maternidad.
Que podrá arreglar para que su hijo esté bien cuidado mientras
trabaja, pero un día, entrando a una importante junta de negocios, creerá
oler el dulce aroma de su bebé, y que deberá utilizar cada milímetro de
autodisciplina para no salir corriendo a su casa, sólo para asegurarse que
su bebé está bien.

Quiero que mi amiga sepa que las decisiones de todos los días ya no serán
una rutina. Que el deseo de un niño de 5 años de entrar al baño de hombres
en Mc Donald's se convertirá en un dilema mayor. Que en ese momento, entre
el ruido a bandejas y los gritos de los niños, sopesará importantes
argumentos acerca de la limitación de la independencia de su pequeño y la
posibilidad de que un depravado se pueda esconder en ese baño al que ella no
podrá entrar. Que sin importar lo decidida que sea en la oficina,
cuestionará todas las decisiones que tome con respecto a su hijo.

Mirando a mi atractiva amiga, quiero asegurarle que aunque pierda los kilos
de más que le deje el embarazo, jamás se sentirá igual acerca de sí misma.
Que su vida, tan importante ahora, pasará a segundo plano cuando tenga a su
hijo. Que no dudaría en dar la vida por él sin meditarlo un instante, sin
embargo deseará vivir más años, no para cumplir sus propios sueños, sino
para ver a su hijo cumplir los suyos. Quiero explicarle que la cicatriz de
la cesárea y las estrías se convertirán en medallas de honor.

La relación de mi amiga con su marido cambiará, pero no de la manera que
ella cree. Quisiera que ella entendiera cuanto más se puede amar a un hombre
que se levanta por las noches a acunar a su hijo y que siempre está
dispuesto a jugar con él. Creo que debería saber que se enamorará de él otra
vez, por razones que ahora encontraría muy poco románticas.

Quisiera que mi amiga pudiera saber lo identificada que se va a sentir con
otras mujeres que a través de la historia han intentado detener una guerra,
los prejuicios o choferes alcoholizados. Quisiera que entendiera porque yo
puedo ser muy racional acerca de muchos temas, pero me vuelvo temporalmente
irracional cuando discuto el peligro que significa una guerra nuclear en el
futuro de mis hijos.

Quisiera describirle a mi amiga la exaltación de ver a su hijo aprender a
andar en bicicleta. Quisiera poder reproducirle esa risa contagiosa que
escapa del alma del bebé cuando toca la suave piel de un gato o un perro por
primera vez. Quisiera que saboreara esa felicidad al abrazarlo que es tan
real, que duele. La mirada intrigada de mi amiga me hace comprender que los
ojos se me han llenado de lágrimas.

Nunca te arrepentirás, - le digo al fin, tomándole la mano y ofrezco una
plegaria silenciosa por ella, y por mí, y por todas aquellas mujeres
meramente mortales que se enfrentan a los tropiezos de la maravillosa
experiencia llamada maternidad.



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2 comentarios:

  1. Ofu niña, se acaban de ir mis niños con sus abuelas y al leer esto, me ha dado una llorera....
    TQMCLTATYMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM

    ResponderEliminar
  2. ¡¡¡que bonito Blanca!!!
    ¡¡¡Que cierta es esa frase tan manida, de que no se sabe lo que se quiere a los hijos, hasta que no se tienen!!!
    Para mi fue como entrar en un estado nuevo de conciencia, todo tenia un nuevo significado, amor paso a ser AMOR, miedo se convirtió en MIEDO...
    Y así todo.
    Pásate por mi blog, tienes que recoger un premio.

    Muchos besos

    ResponderEliminar

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