La ignorancia sobre este colectivo de niños y niñas es la norma imperante en China. "El principal problema es el pensamiento de los chinos. Las familias y los adultos, en general, piensan que si los padres son criminales, los hijos también lo serán y, por tanto, hay que tratarlos con dureza", dice Guo Jianhua, director y fundador del centro de acogida de menores Dongzhou Village, situado a unos 60 kilómetros de la histórica ciudad de Xian. "Además, no hay legislación acerca de qué pasa con los hijos de criminales ejecutados", añade Guo. Estos niños no sólo
carecen de derechos fundamentales, como la educación o la sanidad, sino que además
sufren el rechazo de toda su familia. Son estigmatizados por una sociedad tradicional y se ven condenados a una vida de abandono y repulsión.
El centro de Dongzhou Village nació en el año 1996 a partir del empeño de Guo Jianhua. "Lo que me llevó a crear este centrro de recogida de menores no fue otra cosa que la reacción a como fueron tratados mis hijos mientras yo estuve en la cárcel", explica Guo. Y es que este hombre de 72 años fue víctima de la revolución cultural y permaneció encarcelado durante nueve largos años.
A lo largo de los doce años que lleva abierto este centro situado al norte de Xian, Guo Jianhua ha logrado ayudar a 228 niños, de más de diez provincias chinas. Actualmente viven en el centro de recogida 48 menores, pertenecientes en su mayoría al nivel más bajo de la sociedad china.
El presupuesto con que cuentan es bastante ajustado. Se mantiene con ayudas del gobierno nacional, a partir del 2004, y de varios países, incluida España. La ayuda gubernamental ascendió en el 2008 a 150.000 yuanes (equivalentes a unos 16.700 euros al cambio actual). A ello se deben añadir otros 300.000 yuanes (33.400 euros) que aporta la organización no gubernamental
Morning Tears . Y la manutención de cada niño es del orden de 6.200 yuanes (690 euros), lo que incluye alimentación, ropa, educación y gastos sanitarios.
Bajo el nombre ficticio de Hua se halla el inquilino más joven de los 48 que viven en el Dongzhou Village. Sólo tiene nueve meses y su futuro es sombrío. Su madre fue condenada a muerte y ejecutada. Su padre también está condenado, pero al ser padre de un bebé le ha sido aplazada la pena. Hua está solo en el mundo. No tiene familia. "Hay gente que quiere adoptarlo, pero hace falta la autorización paterna y si el padre firma es que se desentiende de su hijo y le será aplicada la pena de muerte, así que... no lo hace", explica Koen Sevenants, director general de
Morning Tears. Esta organización no gubernamental, con sedes en España, Bélgica y China, inició su labor en 1999. Diez años después, impulsa cuatro proyectos para rehacer la vida de estos niños olvidados.
En muchos casos las familias no quieren hacerse cargo de ellos. "Por una parte, piensan que son una vergüenza para la familia y que al ser hijos de delincuentes, también lo serán y son una verguenza para la familia. Y, por otra parte, no quieren mantenerlos porque respresentan una boca más que alimentar y no tienen dinero", explica Sevenants.
El objetivo de Morning Tears, sin embargo, es que vuelvan a tener una familia. Sus esfuerzos se concentran en el centro de Dongzhou Village, pisos para reagrupar familias, una aldea de niños y la cooperación con el Centro de Prevención y Ayuda a Menores de Xian, el único organismo de este tipo registrado en China.
Su proyecto estrella, sin embargo, es la reagrupación familiar. "Intentamos que, si los padres no viven, algún pariente acepte vivir con estos niños en un piso", explica Sevenants, que añade: "Nosotros pagamos la casa y 600 yuanes" (el sueldo mínimo en Xian). Una iniciativa que ahora no tiene ninguna ayuda.
Pero este proyecto no es de éxito fácil. El primer intento fue un fracaso. Los perjudicados fueron ter hermanos de 10, 7 y 2,5 años. Su padre cumple una larga condena y su madre ejerce la prostitución. Los responsables de Morning Tears fueron a buscar a la madre a Guangdong (sur de China) y facilitaron una primera reunificación. Duró una semana. La madre los abandonó y los hermanos regresaron a la aldea de niños situada al sur de Xian. Hubo un segundo intento. Esta vez duró más tiempo. Pero un día, cuatro meses después, los niños aparecieron solos a la puerta del piso explicando que su madre se había ido....y no ha vuelto.
Otro intento de mantener a los niños con sus familiares se fue al traste debido a las malas intenciones y a la codicia. Xiaoming y Xiaoxia, dos hermanos de 15 y 12 años, lo sufrieron en su propia carne. Sus padres fueron condenados a muerte y ejecutados antes de los Juegos Olímpicos, acusados de tráfico de drogas. Un tío suyo los reclamó. Al principio, todo fueron atenciones y amor. Pero el cariño en poco tiempo se fue convirtiendo en indiferencia, luego violencia y, finalmente, tortura.
La cruel realidad es que este hombre sólo pidió hacerse cargo de los hermanos porque sospechaba que sus padres habían escondido dinero en la casa y quería apoderarse de él. Al final, tras aplicar unos duros maltratos, llegó a la conclusión de que los niños no sabían nada y los abandonó a su suerte.
Tras vivir este calvario, el destino de Xiaoming y su hermana menor, Xiaoxia, les ha llevado a la aldea de niños que Morning Tears tiene al sur de Xian. Allí se quedarán hasta su mayoría de edad.
En esta aldea de los niños es el lugar donde estos menores encuentran la paz. La mayoría de ellos no pueden ser adoptados ni ser dados en acogida porque sus padres están en prisión o desaparecidos. Al cumplir la mayoría de edad, deberán dejar la aldea y enfrentarse a la cruda realidad. No es fácil. Debido a su estigma, nadie les quiere dar un trabajo y alquilar una casa o acceder a la sanidad es una tarea difícil.
En total, Morning Tears intenta rehacer la vida de algo más de cien niños. Una cifra simbólica, frente a los 600.000 menores necesitados de ayuda. Las autoridades chinas han empezado a tomar conciencia. El Gobierno de Pekín impulsa leyes en su favor y ayuda financiera. Algunos ayuntamientos también dan su apoyo económico. "El resto procede de donaciones privadas", dice Sevenants. Como las de las asociaciones españolas Asociación de Familias Adoptantes en China (
AFAC), que en el año 2008 hizo una donación para construir un
centro en la provincia de Henan, y Familias Adoptantes de Murcia (
Famur).
qué horror... se me han saltao las lágrimas leyendo esto... que injusta y dura es la vida para estos pobres niños..
ResponderEliminarBesos!