Unos días antes de vacaciones, en las listas de
AFAC nuestra querida
Lego inició una conversación muy interesante. Hablaba sobre las cosas que debes escuchar cuando comentas la adopción con la gente.
Sobre esto que hablaba yo en una entrada un poco antes de eso. Dentro de las múltiples burradas que contó la gente, me sorprendió leer que a una buena amiga mía su madre le había hecho un comentario prácticamente igual a uno que me hicieron a mi. El comentario más doloroso e hiriente que he escuchado hasta el momento. Ya lo conté en el otro blog pero como hace mucho de eso, lo recupero.
Cuando iniciábamos los trámites debíamos escoger a una pareja para que fueran los tutores de nuestra peque. Nadie de la familia lo sabía, y aunque yo hubiera optado por elegir al hermano mayor de Luis y su pareja, que son padrinos de bautismo de Andrea, la duda de si tenían que estar casados o no nos hizo dirigir la mirada a otro lado. Casados solamente teníamos a mis hermanos. Y de ellos, escogí al más pequeño, el más cercano a mí en edad (soy la pequeña de los cuatro). Quedamos una tarde con ellos y les comunicamos nuestra decisión. La respuesta no fue la que yo esperaba ni mucho menos. Mi hermano se sorprendió mucho y nos dijo que no sabíamos lo que hacíamos. En el fondo tenía razón, no lo sabíamos, todo ha resultado mucho mejor de lo que jamás llegamos a imaginar. Mi cuñada me preguntó si las niñas lo sabían. Le dije que si, que ellas también habían participado en la decisión, y que estaban encantadas de tener otro hermano. Luego me dijo que si yo no podía tener más. Le contesté que no lo habíamos intentado, que simplemente habíamos optado por esta forma de ser padres, que no era mejor ni peor, solamente diferente.
No recuerdo qué más salió en aquella conversación, pero si recuerdo que días más tarde me llamó por teléfono y empezó a contarme casos de niños adoptados que conocía, que si a uno le habían detectado una enfermedad que no sabían que tenía y mira qué faena (es lo que tiene, que se olvidaron la garantía del niño), que si otro gritaba a su madre y la insultaba en checheno (que digo yo que quién coño sabía checheno para saber si lo que hacía el niño era insultar)... Yo escuchaba sin contestar más que "claro", "ya", "si"... mientras pensaba "¿Y para qué me cuenta esta mujer todo ésto?" En un momento de la conversación, le dije: "Bueno, ya sabemos que habrá situaciones difíciles, pero estamos preparados para ello y eso no nos va a detener" (Apunto que creíamos estar preparados, madre mía, qué incautos!)
En ese momento, ella dio un giro en la conversación y me dijo:
- Me da mucha pena por las niñas...
- ¿Pena? ¿por las niñas? ¿por qué?
Su respuesta fue ésta, letra por letra, nunca la olvidaré:
- Porque no deja de ser una niña que viene de fuera a quitarles lo que es suyo...
Esto lo recuerdo perfectamente, pero no sé qué contesté. Supongo que algo diría, pero mi mente estaba muy ocupada procesando lo que acababa de escuchar.

Tengo claro que su intención fue enseñarme los contras de mi decisión; ya no sé si también intentar que recapacitáramos y nos volviéramos atrás. Si fue así, ¡qué atrevida! No sé, realmente me cuesta mucho entender qué clase de persona pensaría eso y qué otra clase, o la misma, sería capaz de decirlo. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que desde entonces nunca he podido mirarla con los mismos ojos. Seguimos teniendo relación, una relación cordial además, pero me resulta imposible quitarle ese cartel luminoso que le sale en mitad de la frente con la frase "porquenodejadeserunaniñaquevienedefueraaquitarlesloqueessuyo" corriendo en letras rojas. Y no es rencor, de verdad. Muchas veces sonrío pensando en cómo actuará cuando venga "la niña que viene de fuera". ¿Será una más de sus sobrinas? ¿Será diferente? ¿Cambiará su actitud? Tampoco es que me importe demasiado. Titos y titas que le quieran no le faltan a mi peque. Pero, ¿se dará cuenta de hasta dónde metió la pata? ¿se acordará siquiera? ¿se lo recordaré yo? ¿o estaré más feliz que una perdiz y no tendré ganas de sacar la mala leche?
Y hablando de todas estas cosas en la lista, recibí esta respuesta de un listero que se prodiga poco, pero de quien ya he guardado algunas respuestas porque son para enmarcar. Rafa me decía:
Asunto: Dice un refrán chino... "en un bosque pequeño hay muchas clases de pájaros"
Más allá de la sorpresa triste que te deja un ser cercano y tal vez querido cuando te dicen estas cosas, está la alegría de saber lo que jamás sabrías de no haber tenido las hijas que tenéis sobre vuestras respectivos familiares.
Como bien dices Blanca, esas palabras se te quedan en el alma. Pero también se te habrá grabado a fuego que la sangre, la famosa llamada de la sangre, es algo que no sirve para nada en absoluto.
Ya tenéis un motivo más para abrazar a vuestras peques hasta estrujarlas ;-)
¡ánimo!