Llevo una temporada manteniendo una actividad onírica frenética. ¡Sueño todas las noches! Normalmente son sueños sin trascendencia ninguna, tonterías, ya sabéis, ese que te subes a un autobús y te pasas la parada, o el de que te vas de viaje y cuando estás ya en el aeropuerto te das cuenta de que te has olvidado el pasaporte, o de que llevas la maleta llena de jerseis (gracias señorita Elena ) cuando te vas a la playa... o uno de mis clásicos, ese que me caigo de una torre altísima que de pronto ha salido en el patio de la casa donde vivía cuando era pequeña. Una noche soñé con mi Voldemort particular, me desperté a las cuatro de la mañana gritándole que me dejara en paz y no pude volver a dormir.
Pero la otra noche tuve un sueño muy chulo. Lo cuento, porque oye... quien sabe... quizá algún día se haga realidad :P
Partamos de la base de que es un sueño, así que no esperéis que tenga ningún sentido, jajaja!
No recuerdo dónde estaba, pero la cosa empieza con que viene mi cuñado Roberto (empezamos bien, ays madre, jajaja ) que me entrega un sobre. ¿Por qué Roberto? No sé, no lo entiendo... El sobre era como los que te manda el banco con el número secreto de la tarjeta, pero éste cuando lo abrí de pronto me aparecen unas letras... al principio borrosas pero luego, moviendo el papel como en aquellos cromos de cuando éramos pequeños... y consigo leer que pone:
NIÑO .
Y de pronto caigo en la cuenta, me voy a despertar a Luis, le digo... en ese tono sosegado y tranquilo que os podéis imaginar:
¡¡ESTAMOS ASIGNADOOOOOOOOOOSSSS!!!!
Él, cara de nomelopuedocreer , le enseño el sobre y le digo: ¡Es un niño! Le cambia la cara y dice: No, niño no... no jorobes... niño no... Y lo le contesto: No me digas eso! cómo vamos a decir ahora que no, con todo lo que llevamos esperado... Se conforma y dice: Bueeeeno... vaaaale...
El resto de la familia reacciona más o menos parecido, nadie se alegra de que sea un niño, pero yo estoy como loca. Poco a poco se van convenciendo, al final están encantados, viéndole las ventajas pero me dicen que el nombre que yo he elegido ni hablar, que le llamamos Leo. (Esto es real, juas juas!)
El caso es que nos vamos a China, y cuando llegamos nos dan los papeles y unas fotos... en las fotos el nene tiene unas coletas. Y yo digo: esto está mal... se han confundido... a mi me asignaron un niño. Revuelo enorme, chinos que van y vienen, y de pronto viene uno muy serio pero muy amable, nos lleva aparte a mi, a mi marido, mis dos hijas y tres personas más que están con nosotros y que no sé quien son (glups) y nos dice que lo siente mucho, que no sabe qué ha pasado (no estoy segura de si hablaba un español perfecto o es que de pronto nosotros sabíamos chino, jajaja), que nunca les había pasado... pero que nuestra niña es aquella de las fotos, la de las coletas... Nos miramos todos, sonriendo y decimos que siiiiii... Y nos la traen. La nena de las coletas, cara redonda, coloradita, vestida de azul eléctrico... se llama Su-Yu (*). Y es nuestra hija. No llora, se rie... y nos habla, y la entendemos... (de nuevo no sé en qué idioma nos entendemos). Y me dice: Mami... te quero... Y yo rompo a llorar y... ya no recuerdo más.
Esto es todo. No es nada espectacular, ya veis... tiene algunas chorradas como lo del sobre, pero lo demás es bastante previsible. Pero en seis años nunca había soñado con ese momento, y me levanté contenta y feliz como una perdiz, jijiji...
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