La ‘cigüeña’ aterriza en Barajas
Artículo de Francisco Abel Pablos Jiménez
Era sábado, sobre el mediodía, yo me encontraba en la Terminal 2 del aeropuerto para encontrarme con una amiga, que venía de paso desde su tierra para coger otro vuelo en busca de sus merecidas vacaciones, y como la mayoría de la gente que nos encontrábamos por allí, estaba pendiente de pantallas donde se avisa de la llegada de los distintos vuelos y de los anuncios de megafonía, atendiendo a lo que era mi interés en ese momento, que era encontrarme con mi amiga, y algo me llamó la atención.
Me fije en un grupo de unas veinte personas que estaban colocadas frente a la cinta que hace a modo de pasillo para los pasajeros que vienen de recoger sus equipajes, justo enfrente de las puertas automáticas que permiten una rápida visión cuando se abren, de la sala donde se encuentran las cintas transportadoras de equipajes, cuando un vuelo termina. Era un grupo extraño, portaban globos de colores, cámaras de foto y videos, que utilizaban en todo momento a modo de prueba, creo, era un grupo heterogéneo gente mayor, aproximadamente de unos 70 u 80, años y gente joven entre veinte y treinta, pero todos alborotaban de forma contenida, parecía que esperaban a alguien importante, ¡y tanto!.
Me encontraba yo justo situado al final del pasillo formado por la pared y la cinta que refiero antes, justo donde se apostan las personas esas con los cartelitos con tu nombre cuando te van a buscar al aeropuerto, si eres de fuera y de cultura e idiomas distintos, con lo cual yo no tenía la visión esporádica del interior de la sala 6 de llegadas que proporciona la posición del grupo que esperaban ansiosos cuando se abren automáticamente para dar salida a los pasajeros.
Pero ellos sí, y ahí fue cuando comenzó su alboroto y estruendo, habiendo pasado hasta entonces por un grupo de esos que a uno le da por pensar, que están “dando la nota”, casi molestando. Al momento una mujer joven ataviada de manera informal, con vaqueros y un anorak, portaba un carro con maletas, pero estaba claro que no era una diva del mundo de la farándula, la diva venía detrás. En ese momento el grupo estaba exultante, gritaban y aplaudían, gritaban y lloraban, todo al tiempo, para entonces, ya habían captado la atención de todos los presentes y cercanos viajeros y demás. Justo detrás de la mujer joven que no era la diva, apareció un hombre joven también normal como la mujer que le precedía y que ya abrazaba a varios miembros del grupo y se besaban y lloraban, como digo el hombre con un porte decidido llevaba en sus brazos a una niña de un año de edad de raza negra, y a fe mía que es la niña de esa raza más bonita que he visto en mi vida.
En ese instante creo que todos los presentes ajenos a ese grupo numeroso que seguían gritando su alegría, llorando por la emoción y aplaudiendo y gritándoles a la pareja que llegaba enhorabuenas, entendimos la situación que nos era ajena hasta entonces, porque nadie tiene el corazón tan duro como para no emocionarse con esa escena.
Vi a la mujer joven recién llegada abrazarse a su padre entre sollozos diciéndole ¡Papaaaa! Y el hombre también lloraba cuando se fundía en el abrazo, una joven del grupo grababa la escena, sosteniendo a duras penas la cámara, y llorando casi con espasmos por la emoción, llevándose la otra mano a la boca, y su cara cubierta por lágrimas abundantes.
La abuela de la niña, andaba de un lado a otro, dándole gracias a Dios, agarrándose la cara envuelta en lágrimas, mientras era abrazada por varios miembros del feliz grupo, todos estaban emocionados, contentos, exultantes de felicidad.
Se trataba de una joven pareja, que venían felizmente de culminar su adopción internacional de su linda hija Sophie, es lo único que se de ese grupo, el nombre lo oí en varias ocasiones allí, pero por lo demás no quise preguntar, no tenia porque hacerlo, era un momento íntimo y familiar, solo me limité a observar, lo que pude, porque tuve que contenerme para no llorar también, lo que no conseguí con mis lagrimas que rebeldes y desobedientes me decían que estaban muy contentas de lo que observaban mis ojos.
Para entonces todos decían, “es preciosa”, “que bonita es!”, y estoy de acuerdo con ellos, todos le hacían carantoñas, le prodigaban besos y Sophie, solo miraba, con sus grandes, con los labios característicos de su genética, ¡Dios!, si que era bonita!, uno la imagina de modelo para los angelitos negros de Machín.
Pero no pregunté, no debía, mi cámara estaba en mi bolsillo y allí se quedó, no quise romper el momento familiar que allí se vivía. El padre comentaba a la niña, a su hija, “¿Qué te dicen, mi niña, que te dicen todos estos?”, creo que el idioma español le era extraño o no muy conocido.
Y fue cuando ya no pude menos, soy humano, y casi con lágrimas en los ojos llamé la atención de la madre tocándole el brazo y le dije “enhorabuena”, contestándome ella con un “gracias”, emocionado.
Sophie, “vino al mundo”, al “primer mundo”, el sábado día 22 de noviembre, en un “parto sin nada de dolor”, pero con mucho amor y ternura, estoy seguro que como el que le espera en su vida, el que le van a dar esos valientes padres cuyo honor y entrega a su paternidad está ya más que demostrada, durante el proceso que les supongo que han pasado.
En este caso, la niña vino por vía aérea, como siempre, y aterrizando en Barajas, pero en un vuelo internacional, desde algún lugar lejano.
Sophie, enhorabuena y felicidades, para ti y para tus papás, y gracias por habernos regalado uno de los momentos más emotivos que se puedan imaginar, que es la capacidad de llorar sin control por los buenos momentos de la raza humana.